
¡Se va a morir desgraciada, se me acabó la paciencia! Cobarde, salga a ver, no es capaz de enfrentarme, miserable, no es capaz. Mire como me volvió con sus… picadas. Cómo se atrevió a volverme así el pie, es donde más me carcome. ¿Por qué carajos la planta del pie? Ahhh bicho del demonio. Preciso ahora, que tengo que madrugar. Ay, me arde. Son las 3:11 de la mañana. ¿Para qué liendres le da por fastidiarme a esta hora? Y se esconde entre las cobijas la muy... Ah, ya la vi brincar, eso es una sentencia, se va a morir. No ¡Maldición! se pudo esconder, pero no voy a descansar hasta exterminarla. No se va a salvar con sus brincos, va a pagar cada una de estas picadas y el hecho de no dejarme descansar en paz. Qué suerte la mía, Estaba durmiendo tan bien y esta garrapata…si se dejara coger para exprimirle mi sangre.
No dejaba de rascarse, sacudió las cobijas una vez más. Por segundos, confundió a la pulga con motas negras que resaltaban en la sábana blanca. Inspeccionó cada tramo de la cama, sacudió las cobijas varias veces, permaneció alerta ante cualquier insignificancia, ya fuera una ilusión de movimiento. Pero estaba agotado; se rindió tan pronto, que añoró volver al sueño como pueblo aterrorizado. Apagó la luz a cinco fríos pasos de la cama y se acomodó fetalmente tratando de ignorar la rasquiña creciente en sus pies. ─Puedo controlarlo, la mente domina el cuerpo, no hay dolor no hay dolor no hay dolor -se dijo muy convencido-. Luego de unos minutos comenzó a vacilar, el dolor insistía, se agudizaba cada vez más. No resistió más, entonces, un pie desesperado marcó la uña del dedo gordo en una de las laceraciones y rascó como mejor pudo. Sintió un leve alivio pero no paraba de murmurar sandeces. Volvería pronto el escozor, pero el cuerpo le urgía recuperar energías. Siendo así, acomodó las cobijas y se cubrió hasta el cuello. Gracias a las cobijas tibias se contuvo y en cuestión de unos suspiros logró de nuevo el soñar.
Sin pensarlo, por un instinto antropoide, llevó su mano hasta el lugar recién aguijado en la pantorrilla debajo del pijama. Palpó en sus yemas los vellos enredados y una borona lisa que agarró entre el pulgar y el índice. No podía ser otra cosa sino la condenada pulga, creyó intensamente mientras la apretaba bajo su sentir inundado de triunfo. La dejó lela tras zangolotearla entre los dedos un par de minutos, ya no respondía a nada, parecía muerta. ─Pero no se puede estar seguro, tiene que sonar- de niño le advirtió su madre, una cazadora experimentada-. Aun quedaba aniquilarla, exterminarla, reventarla entre las uñas. Y lo hizo con el mayor de los placeres, tanto así como un sanguinario. De repente, la reventó y sintió una gota de la que fue su sangre en su cara. Y así lo ansiaba al evocar aquella gloriosa tarde de hacía tres días.
Despertó boca abajo, ahora la rasquiña era en la parte inferior de la espalda y en la pierna derecha. Maldijo su suerte por enésima vez y sin ningún encogimiento, suplicó de inmediato al cielo: ─¿qué estaré pagando Dios mío? No es justo…
En medio de la oscuridad, el frío y el silencio; llevó su mano a la mesa de noche pero tropezó con el control del radio, lo prendió:
─Down your door, you better run. you better run all day, and run all night. and keep your dirty feelings deep inside. and if you're taking your...
─Je ya de sufrir, consulte al Extraordinario doctor Ye y su revolucionario, mágico y sanador poder de hipnotismo astral…
─Persigue realizar ataques esporádicos. ─Así es Germán, se hace mención a la situación que podría darse en una pelea entre un elefante y un tigre. Si el tigre se queda quieto el elefante lo aplastará sin remedio; pero el tigre nunca se quedará quieto. Saltará sobre el lomo del elefante arrancándole grandes trozos de carne para esconderse después en la jungla. Así el elefante morirá desangrado. ─Terrible, Jorge; pero hagamos una pausa para ir al informe de la hora. Son las 4 de la...Apagó el radio y volvió a rascarse hasta atenuar el ardor levemente.
─Parece que la maldita estuviera vengando a las pulgas…-caviló deshecho mientras repasaba las ronchas alcanzables en su espalda-. Ese ardor inaguantable se reprodujo ahora en la nuca y en el dedo meñique de la mano izquierda; el infeliz se arrancó el saco y se sacudió desesperadamente, pateó las cobijas hasta dejarlas todas en el suelo. Ya no halló razón ni palabra para continuar injuriando mientras se rascaba compulsivamente. Permaneció sentado rumiando cosas como: sangre irresistiblemente dulce, no parará de alimentarse y engordarse hasta reventar o hasta ver la luz o caer en las garras de... Apenas comenzaba a sentir aquella fría madrugada que no dejaría de carcomerle la conciencia.
No dejaba de rascarse, sacudió las cobijas una vez más. Por segundos, confundió a la pulga con motas negras que resaltaban en la sábana blanca. Inspeccionó cada tramo de la cama, sacudió las cobijas varias veces, permaneció alerta ante cualquier insignificancia, ya fuera una ilusión de movimiento. Pero estaba agotado; se rindió tan pronto, que añoró volver al sueño como pueblo aterrorizado. Apagó la luz a cinco fríos pasos de la cama y se acomodó fetalmente tratando de ignorar la rasquiña creciente en sus pies. ─Puedo controlarlo, la mente domina el cuerpo, no hay dolor no hay dolor no hay dolor -se dijo muy convencido-. Luego de unos minutos comenzó a vacilar, el dolor insistía, se agudizaba cada vez más. No resistió más, entonces, un pie desesperado marcó la uña del dedo gordo en una de las laceraciones y rascó como mejor pudo. Sintió un leve alivio pero no paraba de murmurar sandeces. Volvería pronto el escozor, pero el cuerpo le urgía recuperar energías. Siendo así, acomodó las cobijas y se cubrió hasta el cuello. Gracias a las cobijas tibias se contuvo y en cuestión de unos suspiros logró de nuevo el soñar.
Sin pensarlo, por un instinto antropoide, llevó su mano hasta el lugar recién aguijado en la pantorrilla debajo del pijama. Palpó en sus yemas los vellos enredados y una borona lisa que agarró entre el pulgar y el índice. No podía ser otra cosa sino la condenada pulga, creyó intensamente mientras la apretaba bajo su sentir inundado de triunfo. La dejó lela tras zangolotearla entre los dedos un par de minutos, ya no respondía a nada, parecía muerta. ─Pero no se puede estar seguro, tiene que sonar- de niño le advirtió su madre, una cazadora experimentada-. Aun quedaba aniquilarla, exterminarla, reventarla entre las uñas. Y lo hizo con el mayor de los placeres, tanto así como un sanguinario. De repente, la reventó y sintió una gota de la que fue su sangre en su cara. Y así lo ansiaba al evocar aquella gloriosa tarde de hacía tres días.
Despertó boca abajo, ahora la rasquiña era en la parte inferior de la espalda y en la pierna derecha. Maldijo su suerte por enésima vez y sin ningún encogimiento, suplicó de inmediato al cielo: ─¿qué estaré pagando Dios mío? No es justo…
En medio de la oscuridad, el frío y el silencio; llevó su mano a la mesa de noche pero tropezó con el control del radio, lo prendió:
─Down your door, you better run. you better run all day, and run all night. and keep your dirty feelings deep inside. and if you're taking your...
─Je ya de sufrir, consulte al Extraordinario doctor Ye y su revolucionario, mágico y sanador poder de hipnotismo astral…
─Persigue realizar ataques esporádicos. ─Así es Germán, se hace mención a la situación que podría darse en una pelea entre un elefante y un tigre. Si el tigre se queda quieto el elefante lo aplastará sin remedio; pero el tigre nunca se quedará quieto. Saltará sobre el lomo del elefante arrancándole grandes trozos de carne para esconderse después en la jungla. Así el elefante morirá desangrado. ─Terrible, Jorge; pero hagamos una pausa para ir al informe de la hora. Son las 4 de la...Apagó el radio y volvió a rascarse hasta atenuar el ardor levemente.
─Parece que la maldita estuviera vengando a las pulgas…-caviló deshecho mientras repasaba las ronchas alcanzables en su espalda-. Ese ardor inaguantable se reprodujo ahora en la nuca y en el dedo meñique de la mano izquierda; el infeliz se arrancó el saco y se sacudió desesperadamente, pateó las cobijas hasta dejarlas todas en el suelo. Ya no halló razón ni palabra para continuar injuriando mientras se rascaba compulsivamente. Permaneció sentado rumiando cosas como: sangre irresistiblemente dulce, no parará de alimentarse y engordarse hasta reventar o hasta ver la luz o caer en las garras de... Apenas comenzaba a sentir aquella fría madrugada que no dejaría de carcomerle la conciencia.